Primera Junta Militar, 1976
Segunda Junta Militar, 1981
Gral. Albano Arguindegui, Jose A. Martinez de Hoz
Gral. Carlos G. Suarez Masson
Gral. Antonio Bussi, 1981
Gral. Reynaldo Bignone, último dictador argentino.
La Gestualidad del poder
Guillermo Loiácono, fue quizás el último representante de una raza de fotógrafos, que trasladó a su trabajo su manera de ver y sentir el poder y la política en la Argentina. La historia, aún no escrita, sobre la fotografía de prensa durante la última dictadura, le debe un capítulo a la labor realizada por este protagonista excluyente de una época atroz.
Guillermo fue un fotógrafo que solo con su cámara, luchó contra la barbarie en un momento en el que trabajar como free-lance era casi ser un paria de la fotografía. Sin embargo nadie como él logro capturar el verdadero rostro de los dictadores, ese que siempre se esconde bajo el halo de severidad y fingida contracción de sus actos públicos. La gestualidad de los genocidas quedo impresa para siempre en sus fotografías.
Loiácono, fotografió siempre desde esa perspectiva, sus tomas captan ese momento fugaz en el que un personaje se relaja y se muestra tal cual es en su intimidad, labor que precisa de mucha paciencia, de mucha seguridad y también de una gran valentía. El retorno a la democracia y todas sus consecuencias, lo encontraron fotografiando con entusiasmo, pero con la necesidad de realizar proyectos de más largo aliento y elaboración, como su serie sobre "El Impenetrable" en el Chaco. Guillermo Loiácono, nos dejo por propia desición, su valioso archivo fotográfico tiene por estos días un destino incierto y su obra espera ser difundida y homenajeada.
Guillermo Loiácono, nacio el 15 de febrero de 1947 y se mato el 28 de mayo de 1994. Durante más de 20 años produjo, editó y archivó una buena cantidad de historias fotográficas. Dejó evidencias de los negros años de la dictadura, se entusiasmó contando sobre la vida de los burreros del hipódromo o de los trabajadores forestales de Pampa de los Guanacos. También de los agentes de bolsa de Wall Street. Además, pensó, imaginó y proyectó varios reportajes fotográficos. Tal vez, realmente, los hubiera realizado. Conclusa o inconclusa, la obra de Loiácono demostró compromiso ético y pasión estética. Eligió la autonomía fotográfica como forma de trabajo personal. Asumió una deuda social con su profesión y con la gente que consumía su imagen. Defendió el lugar que creía debía tener la fotografía periodística en la comunicación gráfica. Cuido que sus fotos no fueran violadas por editores distraídos. Hasta que pudo, se resistió al trabajo masivo y rutinario que imponen los medios. Pero las reglas del juego pudieron más.Ahora sus imágenes plasman – quizá sin haberlo supuesto su autor- un fuerte epitafio de los más productivos años de la fotografía en blanco y negro. Sus fotos hablan por él. Como también los recuerdos que viven en la gente que lo quiso. Y hasta en aquel gato, al que llamó Sandokán, “el tigre de la malaria”. No era otro que su alter ego. 
